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Y si comenzamos desde nosotros...


Desde el momento en que somos gestados estamos insertos dentro de la cultura y de distintos paradigmas que nos guían, tiñen nuestras experiencias, inciden en nuestro pensamiento, nuestra forma de actuar, nuestro modo de vida.
Estos patrones dan el límite a la realidad individual y colectiva. Estructuran nuestras posibilidades y dan forma a la visión de vida. El paradigma sostiene la conducta y crea el esquema mental.
Existen infinidad de paradigmas que se entretejen, que me trae a la memoria la teoría de polisistemas del formalismo ruso. La base de esta teoría es que el sistema posee subsistemas y que a su vez todos poseen un centro y una periferia y que estas zonas de intersección se contaminan unas a otras. Estos centros y periferias se mueven para dejar lugar a otros paradigmas, otros centros, y así sucesivamente.
Atributos interesantes encontramos en los sistemas uno de ellos es la flexibilidad. La apertura, la mirada hacia fuera, la posibilidad de cambio. ¿Cómo abrir nuestras miradas recabando y regenerando desde lo existente?
El sistema educativo es uno de los tantos sistemas que están en constante movimiento y que tienen forma de acuerdo a diferentes paradigmas que lo moldearon. A lo largo de mi vida, considero, frente a los débiles recuerdos en mi mente, no haber tenido buenas experiencias en las instituciones escolares. Rescato sí, grandes aprendizajes y crecimiento durante mis carreras cursadas en Córdoba, aunque ahí también el sistema educativo para mí, en un punto, tampoco funcionó.
La experiencia devastadora que viví en el profesorado, como alumna y como observadora del sistema mismo. Y mi breve experiencia laboral durante un año en un jardín pequeño y privado, donde los derechos del niño, los docentes, y padres, fueron olvidados. Comenzó a molestar mi actividad profesional.
La discriminación hacia algunos niños, la irracionalidad de tener a 15 chicos de tres años, en una pequeña sala sin espacio para si quiera moverse, u otra de la misma edad con pupitres pequeños para cuatro niños, y sin espacio para el juego, sólo un espacio vació para realizar algunas actividades de rutinas, conversar actividades, o realizar algunos juegos grupales. Lugar donde los niños estaban estimulados intelectualmente desde el juego, olvidando tanto la expresión corporal, las necesidades pueriles y la necesidad y capacidad de integración de los distintos medios de expresión y exploración de los sentidos que poseen los niños.
Al observar éstas como otras falencias dentro del sistema comencé a investigar y a buscar sobre educación infantil, pedagogías, otras disciplinas, como el yoga, el arte. Y conocí la didáctica desarrollada por Rudolf Steiner en la fábrica de cigarrillos Waldorf en Alemania, Stuttgart, la cual me resultó interesante ya que propone una formación integral al hombre, una pedagogía que educa a la libertad y responsabilidad individual y colectiva.
Encontrar esto en mi camino fue lo que comenzó a darle un poco de forma y color a esta nueva idea que rondaba en mi cabeza, integrar distintas disciplinas, artes, culturas y distintos paradigmas, integrar al ser humano desde adentro hacia el entorno, comprender la red que nos hace uno, que el otro es extensión mía. Producir una constante y activa participación de todos los integrantes de la sociedad, para mejorar el presente, aprendiendo del pasado y obteniendo un futuro digno en materia de educación, la cual creo que es contundente en todos los aspectos de la vida, valorando al individuo como fuente natural de la sociología en una cultura. Una propuesta utópica, para algunos. Una propuesta posible para mí, si comenzamos a experimentar hoy abiertos a posibilidades de cambios e innovaciones.
Al comprender la importancia de abordar la educación desde un todo más integro, creí necesario para comenzar por mí, encontrarme, evaluarme, corregir, proceso que nunca acaba, casi paulatinamente, obtuve una oportunidad laboral en donde pude comenzar a experimentar esto que siento, que investigo, que aprendo.
En el sistema educativo actual de manera alarmante despoja el arte y el funcionamiento sistémico es poco favorable para un óptimo producto. Y sano sería reconocer estos errores pero no quedarnos en ellos, para no caer en uno de los tantos círculos viciosos de los sistemas.
En dicho sistema existen diferentes y abatidos subsistemas, en los cuales existen otros subsistemas y así en continuidad hasta que nos encontramos con nosotros mismos que somos subsistemas también…
Cuando llego a mí como parte del sistema educativo y puedo visualizar mi rol dentro del mismo, qué observo, qué siento, ¿cómo es que me siento?
Vivo el aprendizaje desde mí hacia los demás, abierta al aprendizaje que me pueden otorgar. Escucho, observo, investigo, aplico, corrijo, aprendo…
¿Y por qué no comenzar un cambio desde mí? Desde un compromiso personal para con el otro. Los pequeños movimientos producen más movimiento. ¿Y si me escucho con sinceridad, me percibo, y siento la energía potencial que tengo en mi ser, por el sólo hecho de estar en movimiento, de ser humano?
Encontrarnos, reflexionarnos, permite también ver nuestro contexto. Abre visiones de uno hacia el resto, si me hallo conciente tendré compromiso con mis acciones.
Cambio la denominación pugna por movimiento. No “luchemos en contra” del sistema. Provoquemos movimientos desde nosotros para educar con compromiso afectivo y social. Sumemos lo viejo con lo nuevo, juguemos, mezclemos. Todo movimiento genera más movimientos.
El cambio renueva, las crisis son el renacer, un comenzar de cero, sin prejuicios, con conocimientos previos y sin miedos.

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